Desde que puedo recordar la música ha sido una parte muy
importante de mi vida. Crecí escuchando discos de compositores clásicos y populares, mi madre
cantaba en un coro y nos cantaba a los
hijos. Siempre estaba cantando o silbando, por lo que puedo imaginar mi vida
musical intrauterina. Estudié violonchelo, toqué en orquestas y agrupaciones
infantiles y juveniles. Fui profesora de música y estudié arte.
Descubrí la musicoterapia cuando buscaba algún tema interesante para mi tesis de
licenciatura y encontré documentación sobre la
relación entre música y salud. Lo
que aprendí me abrió los ojos hacia una nueva manera de estar “en y con la música”. Me propuse saber más sobre esta terapia musical aunque las circunstancias no fueron del todo favorables y el proyecto quedó aparcado esperando mejores
tiempos.
En 1998 un compañero de facultad me pidió que le
reemplazara dando sesiones de Música y Movimiento a un grupo de personas mayores de Móstoles, en Madrid. Empecé con pocas nociones pero mucha ilusión, poniendo en práctica lo que
había aprendido en la universidad, y pude comprobar in
situ los beneficios físicos, emocionales
y sociales de la música. Esta práctica me sorprendió, diría incluso que lo que pasó en las sesiones
me pilló desprevenida. No esperaba esa increíble respuesta: la gente
disfrutaba, les cambiaba la cara, participaban, se volvían dinámicos , se olvidaban de
los dolores …En ese grupo había una mujer joven con la inquietud de fundar una asociación para dar terapia y apoyo a enfermos
de párkinson. Ana “me fichó” para ese proyecto y desde entonces la musicoterapia pasó a ser mi profesión.

Trabajo de manera
individual y en asociaciones de
pacientes. He realizado talleres en
Centros de Mayores de la Comunidad de Madrid y he participado en muchos
seminarios, congresos, ponencias y jornadas de difusión.